Creencia en Dios , la enciclopedia libre

Mujer rezando, de Willem de Poorter,[1]​ mediados del siglo XVII.
Niña y joven rezando, de Émile Munier, finales del siglo XIX.

La creencia en Dios, su opuesto -la increencia-, los distintos grados entre ambas,[2]​ y las distintas formas de tal creencia, son un tema central del pensamiento. En él confluyen la teología, la filosofía o la antropología.[3]

... en la actualidad Dios no encuentra fácil acomodo, al menos en la geografía occidental. Hace más de un siglo que Nietzsche... lo declaró viejo y cansado, incapaz de asumir las tareas que los nuevos tiempos demandan [-muerte de Dios-]. Y un gran conocedor e intérprete de Nietzsche, M. Heidegger, no tuvo reparo en afirmar que “en el ámbito del pensamiento es mejor no hablar de Dios”. ... Occidente ha seguido, más bien, el itinerario de Feuerbach: “Dios fue mi primer pensamiento, el segundo la razón, y el tercero y último el hombre”. En el ámbito filosófico, la teología de ayer se llama hoy antropología. Y tampoco asistimos en la actualidad a contundentes proclamaciones de ateísmo. El ardor negativo de otros tiempos ha dado paso al desinterés actual. Muchos ateos de ayer prefieren llamarse hoy increyentes.[3]

La creencia en Dios puede darse mediante muy distintas posiciones teístas: el politeísmo (creencia en múltiples divinidades), el henoteísmo (consideración de una sola divinidad como digna de culto, negando tal condición a otras, cuya existencia puede ser o no objeto de cuestión), el monoteísmo (creencia en un solo Dios), el panenteísmo (creencia en un Dios que subsume y trasciende el universo), el panteísmo (creencia en un Dios identificado con el universo), etc.

El ateísmo niega la creencia en la existencia de Dios y el agnosticismo niega el conocimiento de tal existencia (o incluso la posibilidad misma de tal conocimiento).

Las distintas religiones no son tanto diferentes formas o propuestas de creencia en Dios[4]​ como cuerpos doctrinales que orientan la vida y que en consecuencia generan un modo de actuar.[5]

Se han buscado razones biológicas, psicológicas y sociológicas para explicar la prevalencia de la creencia en Dios en la población en general, así como las diferencias entre distintos grupos humanos y a lo largo de la historia.[6]

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. Willem de Poorter
  2. La duda, la fe racional, el misticismo, la credulidad, la superstición, el fanatismo, el indiferentismo, el laicismo, la irreligión, etc.
  3. a b Manuel Fraijó, Avatares de la creencia en Dios - Es posible que en el secreto recinto personal se escuche la atormentada voz de Pascal con su inolvidable ‘incomprensible que exista Dios e incomprensible que no exista’: la dialéctica entre el sí y el no, compañera asidua de la condición humana, El País, 31 de octubre de 2015.
  4. Para el buen creyente, todas las religiones son igualmente verdaderas, para el buen filósofo, todas son igualmente falsas, para el buen gobernante, todas son igualmente útiles. Tal es la moraleja (que Gibbon aplica a "las diversas modalidades de culto que prevalecieron en el mundo romano" -citado por Simon Blackburn, La verdad: guía de perplejos, Critica, 2006, ISBN 84-8432-739-6, pg. 26-) que se da en la Edad Contemporánea al cuento de Los tres anillos, convertido por Lessing en el drama de Nathan el Sabio (1779). Posiblemente (lo indica Joseph Pérez, Los judíos en España, pg. 50 y 51) es una moraleja anacrónica si lo que se pretendiera fuera reconstruir el sentido que le diera el autor inicial (desconocido, aunque se puso en circulación en la España medieval y está citado por Yehuda ha-Levi y por Bocaccio -Decamerón,texto en Wikisource-). Comparación por Menéndez Pelayo, en Historia de los heterodoxos españoles, pg. 738, vol. 1: "hay diferencia de la idea de los anillos a la de los impostores [Tomás de Cantimpré]. La una es escepticismo elegante, la otra brutalidad de mal gusto; las dos por igual censurables; quizá más peligrosa la primera..
  5. Javier Gafo (ed.), Bioética y religiones: el final de la vida, Madrid: Universidad Pontificia Comillas, 2000, pg. 208
  6. Maxime Lambert, La croyance en Dieu modifierait une partie du cerveau, en Gentside Découverte, 24/01/2010. Eric Leser, Pourquoi les intellectuels ne croient pas en Dieu?, en Slate, 01/01/2015.